Algunas reflexiones sobre la actualidad económica, del mercado y la política
*Por Sebastián Bordato, Director Comercial de NetFinance
LOS MERCADOS no son un agente aislado: la cotización de los activos que los integran refleja el valor de empresas, municipios, provincias y estados nacionales que emiten acciones o deuda. Estas entidades, públicas o privadas, necesitan financiamiento para llevar adelante sus operaciones.
Esto significa que, dentro de un análisis fundamental de dichas entidades, se encuentran incluidas las reglas de juego que rigen su accionar, definidas por la política, es decir, por la POLÍTICA ECONÓMICA de un país, de una región o incluso influenciadas por la geopolítica internacional.
Quienes ejercemos como agentes de mercados, por supuesto que podemos tener nuestras convicciones o ideales políticos. Pero cuando formamos parte de una empresa —con socios, empleados, clientes e inversores— debemos abstraernos de esas posiciones personales para analizar, de la manera más objetiva posible, las reglas de juego que imponen los gobiernos y cada una de las ramas de la economía en su dimensión microeconómica.
Hasta hace muy poco, Argentina generaba oportunidades en el sector empresarial como pocas veces se habían visto. Como siempre ocurre, los modelos económicos generan ganadores y perdedores.
Durante los últimos 20 o 30 años, bastaba con alquilar un galpón, llenarlo de mercadería y sentarse arriba: con crédito licuado como un “milkshake”, uno se hacía sencillamente rico. Por supuesto, esto era viable con mano de obra barata y facturando solo una parte de lo que realmente se comercializaba.
Otro grupo claramente beneficiado era el de los participantes del sistema político, que mediante el saqueo y la corrupción engrosaban sus patrimonios personales con el dinero de los pocos contribuyentes que no podían escapar de las garras de la ex AFIP. Resultado: más impuestos para menos aportantes, llevándolos a la clandestinidad absoluta, según lo ha reconocido incluso el propio Gobierno.
Los perdedores eran silenciosos y muchos. Cada uno de nosotros, pero especialmente los sectores más vulnerables, experimentaban una ilusión monetaria que lentamente se convirtió en una máquina de fabricar pobres. Ya lo había dicho Néstor Kirchner en 2004: “Un poco de inflación está bien.”
Frente a esto, surge una pregunta ineludible en relación con el gobierno actual: cuando uno es chico, ¿a quién le exige más? ¿A sus padres o a los padres de sus amigos? Y cuando uno se convierte en adulto, ¿a quién le exige más? ¿A sus hijos o a los hijos de los amigos?
El autoritarismo no es bueno, ni del lado de los socialistas ni del lado de los conservadores o libertarios.
Este gobierno, el de Javier Milei, pareciera condenar más a los propios que a los ajenos. Y así nacen los MANDRILES, economistas reconocidos y con trayectoria, que exigen al Gobierno actual algunas respuestas concretas sobre interrogantes que aún no tienen solución.
—”Vamos un año y medio de mandato”, dicen de su lado.
—”Íbamos camino a una híper”, gritan desde la tribuna.
Y ambas afirmaciones son verdaderas. Pero también es verdad que Javier Milei es un político hecho y derecho, aunque se niegue a reconocerse como tal. En este contexto, donde el relato se disocia de la realidad, surgen, o mentiras muy claras para algunos, o postulados al menos de dudosa concreción para otros, como las de muchos políticos:
La dolarización
El cierre del BCRA
La promesa de tener 50 mil millones de dólares de reservas
“Vamos al piso de la banda”
“Tendremos inversores mediante el RIGI”
“Vamos a 500 puntos de riesgo país en breve”
“Bajaremos los impuestos”
La reducción de precios en la economía es un bálsamo para el consumidor final, especialmente en el AMBA. Ese hecho económico es innegable. Pero, ¿es el resultado de un deseo sincero de estabilización o una estrategia electoral para lograr una buena performance en las elecciones de medio término, en un gobierno que asumió con el menor respaldo legislativo de la historia, tanto en las cámaras como en los gobernadores?
¿Vale todo para lograr ese objetivo?
Porque lo cierto es que las acciones y bonos para el año 2025 reflejan un deterioro en comparación con el 2024. ¿No era que venía la era de una economía próspera, sana y llena de inversores?
¿Somos un país en vísperas de una bonanza imparable, al estilo del milagro celta?
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